Desde el medio día del domingo 27 de diciembre, se reunió el dimitente presidente de la República Bolivariana de Venezuela con todo su gabinete ministerial, la cúpula militar, los diputados del oficialismo, en cabeza del presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello. La razón: debatir sobre los recientes resultados electorales del pasado seis de diciembre y el descalabro de sus principales partidos, el Polo Patriótico y el Partido Socialista Unido de Venezuela. La discusión fue ardua, sincera, sin ambigüedades; se pusieron los puntos sobre las íes y se comenzó a gestar una salida a la crisis venezolana.
Hacia las siete de la noche llegaron los líderes de la oposición, invitados por el presiente, lo mismo que la jerarquía eclesiástica. Maduro y su equipo escuchó pacientemente a todos los interlocutores y las diferentes proposiciones para lograr una salida decorosa al país, sumido en una de las más grandes crisis económicas y políticas de los últimos cincuenta años.
Finalmente, al filo de la media noche, Nicolás Maduro anunció que renunciará a la presidencia de la república y de inmediato convocó a nuevas elecciones presidenciales para elegir el nuevo mandatario. Los comicios fueron fijados para el domingo 28 de febrero de 2016.
Para comenzar a garantizar la transparencia de las nuevas elecciones, se formó un gobierno de transición, conformado por Diosdado Cabello, María Corina Machado y Enrique Capriles. La presidencia será jugada al azar el primero de enero en un bingo convocado en la plaza de Chacaíto a las once de la mañana. Uno de los tres deberá sacar la balota ganadora y será ungido como presidente provisional del país.
Por su parte, Nicolás Maduro fue nombrado por la nueva junta de gobierno como embajador de Venezuela en Estados Unidos y tomará posesión de su cardo el próximo cuatro de enero de 2016.
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